Podgorica, Montenegro
La
sensación inicial que transmite es depresión: Ciudad rodeada de montañas, avenidas
anchas por doquier, el viento pegando fuerte cada tanto, las veredas vacías de
gente, y los autos yendo y viniendo a buena velocidad.
Habiendo
pasado la primera noche, salí a caminar hacia el centro y me invadió la
incomodidad. Sí, en Podgorica prácticamente todos los edificios son nuevos o
restaurados, por lo que los colores abundan y las modernas estructuras
espejadas son moneda corriente. Pero todo esto se siente artificial debido a la
falta de personas caminando la vereda, al fin y al cabo, te da la impresión que
estás caminando en una maqueta. Solo, en una ciudad vacía.
Según la
chica del hostel, la ausencia de peatones se debe a que estamos en época de
vacaciones, y casi todas las familias de Podgorica se van a otros lugares del
país durante todo el verano.
Después de
dar unas vueltas por el centro podgoritcense y de ver la Torre del Reloj (que
no tiene reloj), decidí tomar un café en un barsucho.
Ya en
Serbia lo había padecido, pero realmente no tengo palabras para explicar lo
abominable que es el café en Montenegro. Para darles una aproximación, puedo
decirles que es parecido a tomar una sopa de tierra mientras te mira tu peor
enemigo cagándose de risa.
De todas
maneras, más tarde vi en el hostel que tenían una bolsa sin abrir con café
instantáneo, y pensé: “Bueno, quizás el café no sea malo, sino que no saben
prepararlo”. Abrí la bolsa, preparé el café, y lo tomé lleno de esperanzas. Pero
fue en vano, también tenía un sabor horrible.
Después del
café (y todavía en el barsucho) me pedí un helado, como para sacarme el sabor
horrible de la boca. Malas noticias, el helado se parece al marca Día %, aunque
con una textura más berreta. Además, como todo en Montenegro, es caro.
Hablé con
el mozo y le pregunté qué podía hacer en Podgorica: “No hay mucho para hacer
aquí. Tenemos algunos parques, pero después no hay más, deberías ir a la costa,
allí hay más cosas”.
Es
necesario que sepan que el gesto facial del montenegrino promedio pregunta a
gritos: “¿Falta mucho para morirme?”.
A pesar del
consejo del mozo, dando vueltas por la ciudad se pueden descubrir lugares
interesantes, pero son pocos y pequeños. Hay sitios que evidentemente son
ruinas, pero no hay carteles ni nada por el estilo que te lo indiquen, así que tenés
que andar adivinando.
Podgorica
no es una ciudad turística, y está lejísimos de querer serlo. Es un buen lugar
para hallar paz y descansar, dado que los alojamientos son económicos (en
detrimento de los precios de todo lo demás) y los días largos. Además, tiene
una importante terminal de ómnibus, desde donde podés partir a casi cualquier
sitio de los Balcanes.
La próxima
parada es Tirana, Albania.
Comentarios
Publicar un comentario