Post Comunismo - Qué piensan en los países donde lo vivieron


Muchas veces se escucha la frase “es fácil ser comunista cuando no te falta nada”. Bueno, dentro de varios países que fueron comunistas, el dicho se revierte: “Es fácil ser comunista cuando te faltan cosas”. ¿Por qué? Porque los que se enriquecieron tras la caída de los regímenes aborrecen ese tipo de sistema, dado que, comparativamente, eran más pobres con el comunismo que tras su caída. Entonces, en contraste, tenés a los que hoy sueñan con la vuelta de un gobierno de esas características, generalmente personificados en ancianos, desempleados y, por supuesto, los que tienen otras carencias más fuertes. Los que tienen necesidades básicas insatisfechas son los que más dicen necesitar al comunismo.



 Tirana, Albania.

En cuanto al capitalismo, las bondades que más le rescatan son la libertad para moverse en el territorio (más que nada internacional), la posibilidad de consumir productos muy variados y de distintos orígenes, menor o casi nulo temor al Estado y sus agentes, y la desaparición de la propaganda del partido. A favor del comunismo, por su parte, celebran el pleno empleo, la inexistencia de problemas tales como “no llego a fin de mes”, alfabetización total, salud y educación gratuitas.

Veamos qué tal la perspectiva sobre el comunismo en las distintas regiones.


Países ex Yugoslavia (Bosnia, Serbia, Montenegro, Macedonia):

Frustración. Esa es la palabra que mejor define el sentimiento post comunismo. La frase más oída es “éramos un gran país, pero nos hicieron pelear entre nosotros”.
La fragmentación de Yugoslavia, según los balcánicos, fue incentivada por Estados Unidos y la OTAN en general. “Todos teníamos trabajo. No siempre era el que nos gustaba, pero al menos teníamos algo. Hoy los jóvenes no encuentran trabajo ni siquiera de lo que no les gusta”, comentaba el recepcionista de un hostel en Mostar (Bosnia), y agregaba: “Ahora estamos viviendo lo que llaman el ‘sueño americano’. Pero ese ‘sueño’ debe ser sólo para ellos, porque para nosotros es más parecido a una pesadilla”.

Mostar, Bosnia & Herzegovina.



Los jóvenes heredaron el mismo pensamiento que sus padres, puesto que el discurso se repite, sobre todo en Sarajevo. “Mi papá me contaba que nunca había visto gente durmiendo en la calle cuando gobernaba el partido, y que jamás habíamos tenido problemas como los de ahora. Tenían otros, pero mucho menos graves que los que nos trajo el capitalismo. Hoy, por unas monedas, la gente hace cualquier cosa. Esa no es manera de vivir”, relataba el guía del city bus de esa ciudad.
En Serbia, me hospedé en un hostel horrendo, lleno de pósters de Tito, el líder yugoslavo más prominente de su historia. El tipo que laburaba ahí había nacido en los ’60, por lo que llegó a vivir el gobierno de Tito, y daba su testimonio: “Gracias a los americanos, ahora vivimos no sólo enemistados con nuestros hermanos bosnios, sino también con nosotros mismos. Desde que llegó el capitalismo entendí que da igual cuánto trabaje porque, de cualquier manera, nunca voy a poder tener lo que quiero. No soy rico, y nunca lo voy a ser. Antes, al menos, si trabajaba mucho sabía que iba a poder tener un mejor estándar de vida, y lo único que debía hacer era estar afiliado al partido, pero ahora es siempre estar a la deriva”.

Mostar, Bosnia & Herzegovina.


Una de las quejas sobre la época comunista era lo insoportable de la propaganda del gobierno. “Yo odiaba al partido y la propaganda. Todo el tiempo hablando de lo maravillosos que éramos y qué bien que íbamos. Me parecía todo una farsa para mantenernos ignorantes. Ah, y sí o sí tenías que afiliarte al partido, porque si no… No existías”, dijo un serbio que me crucé en Sarajevo, y continuó: “Yo vivo ahora en Alemania, sólo porque pagan mejores salarios, ¿te parece que eso es justo, que tenga que dejar mi patria por unos euros más? No quería irme de Belgrado –capital de Serbia- pero con el capitalismo me quedé sin trabajo, y pasé muchos años intentando rehacer mi vida sin éxito. Yo no tengo familia, y por eso puedo moverme a donde quiero pero… ¿Y los que tienen hijos? ¿Qué futuro les van a dar? ¿Cómo puede ser que un joven de 20 años no pueda conseguir un empleo, cuando tiene todas las ganas y la fuerza para cumplirlo? Hoy me siento un idiota por haberme quejado de la propaganda, esto es mucho peor”.
Ya en Montenegro, una chica decía: “Acá no extrañamos el comunismo. A mi familia ahora le va muy bien con este sistema. Mi papá tiene muchos negocios, y estamos haciendo una cantidad de dinero que nunca podríamos haber hecho en Yugoslavia. Los únicos que extrañan el comunismo son los empleados de mi papá”.
En otro momento hablé con una flaca que trabajaba en una heladería, y también dio su opinión: “Trato de ser feliz apreciando las pequeñas cosas de la vida, como el amor y la familia. Sé que este sistema es muy injusto, todos lo saben, pero así funciona. No puedo decir si me gustaba el comunismo o no, porque yo no lo viví, pero mi mamá siempre dice que antes vivían todos mejor. Ellos están más o menos igual que como estaban en esa época, pero hay otros que se quedaron con las manos vacías”.
En Montenegro la salida del comunismo se hace visible a lo largo de la ruta que conecta con Serbia, donde podés encontrarte pueblos abandonados y fábricas gigantescas completamente en desuso.
Por último, un taxista montenegrino determinó: “En algunas cosas estamos mejor, y en otras peor, es sólo un cambio en el estilo de vida. No hay que hacer escándalo, el comunismo terminó hace mucho. Tenemos que dejar de mirar el pasado”.
De Macedonia no obtuve ningún relato destacable, sólo algunas respuestas esquivas, pero coincidiendo en que Yugoslavia era una gran nación.


Albania (ex República Socialista Popular de Albania):

Los albaneses están felices por la llegada del capitalismo. “Al principio no entendíamos bien cómo funcionaba pero, con el tiempo, nos terminó encantando”, bromeaba el guía de un tour, que contaba: “Recuerdo que el gobierno se jactaba de que Albania era el país más limpio del mundo, y siempre nos contrastaban con imágenes de otros países capitalistas, donde había gente durmiendo en la calle, y pilas de basura por doquier. Yo pensaba ‘pero claro, ¿cómo no vamos a ser el país más limpio del mundo? Si no tenemos absolutamente nada para tirar a la basura’. Era realmente así, mirabas los tachos de basura, y estaban todos vacíos. Lo mismo con la comida, nos mostraban gente muriendo de hambre en naciones capitalistas, para demostrar qué grande era el partido, al darnos una ración a todos. Lo triste era que, cuando veía a esas personas hambrientas en la pantalla, sentía que no estaba muy lejos de su estado físico, puesto que había semanas en las que apenas comía un pan por día, y alguna sopa o algo así. Yo en esa época trabajaba en una fábrica, así que imagínense lo flaquito que estaba. De todas formas, intentaba reconfortarme diciéndome a mí mismo: ‘Hey, mirá el lado bueno, ¡por lo menos no te mataron por traidor!’. Siempre fui un tipo optimista”.

Tirana, Albania.



Efectivamente, los museos de Albania muestran cómo el mayor líder de la República Socialista, Enver Hoxha, año tras año se fue sumiendo cada vez más en su paranoia conspirativa, viendo traidores en todos lados. Los campos de concentración afloraron, y cualquier comentario contra el partido ya podía costarte la cabeza.
Para los albaneses, el comunismo es sinónimo de hambre, opresión, y violencia. Por eso, no lo quieren volver a tener nunca más. Como para dar muestras fehacientes de esto, tienen a Estados Unidos como su amor platónico, al punto tal que le construyeron una estatua a George Bush… hijo.


Bulgaria (ex República Popular de Bulgaria):

En este país está más marcada la diferencia entre mayores y jóvenes. Los primeros dicen que con el comunismo estaban mejor, y los otros que no quieren saber nada al respecto.
Bulgaria es más o menos de manual, porque los argumentos contra el capitalismo son los mismos: falta de empleo, pobreza, inseguridad y desesperanza. A favor del mismo, se esgrime la espada de la libertad.



Actualmente, la nación búlgara es parte de la Unión Europea, por lo que hablarles de comunismo es noticia muy vieja y, además, siempre tienen la opción de irse a cualquier otro país de la UE. Ya pasaron muchas cosas luego del comunismo. Las divergencias de opinión son más bien generacionales.


Rumania (ex República Socialista de Rumania):

Particularmente, es mi caso favorito, sobre todo por lo que implica la figura del líder Nicolae Ceaușescu, que terminó fusilado junto a su esposa a manos de una comitiva militar, que juraba obrar en nombre del pueblo.
Si bien nadie va a decir abiertamente que Ceaușescu era buen tipo ni nada por el estilo (en Occidente se lo acusa de hambrear al pueblo, de asesinar a cientos de ciudadanos, y de robar de las arcas públicas), vas a encontrar matices.
Tal fue el caso de un rumano muy pero muy charlatán: “Qué sé yo… A pesar de todo, creo que Ceaușescu amaba al pueblo. Mi padre me contó miles de veces una historia de cuando trabajaba en una mina. Era invierno y hacía mucho frío, y todos los obreros estaban con el uniforme básico, que era el mismo que se usaba en primavera. Un día Ceaușescu fue a visitar la instalación, y saludó a todos los trabajadores, pero le llamó la atención la vestimenta. Entonces, llamó al capataz, y le preguntó por qué estaban tan desabrigados. ‘Así trabajarán más rápido’, contestó el encargado, y Ceaușescu le respondió con una frase que mi papá repetiría hasta caer en su tumba: ‘¡Camarada, al pueblo hay que cuidarlo, no hacerlo sufrir! Vaya ahora mismo a buscar abrigos para los trabajadores. Ellos son el alma de Rumania’. Está lleno de historias así en nuestro país y, conforme estemos cada vez peor económicamente, más relatos saldrán a la luz”.

Parlamento o "Palacio del Pueblo", construido por Ceaușescu. Bucarest, Rumania.


Los problemas que tenían los rumanos durante el comunismo tuvieron que ver con la escasez de alimentos, y con una paranoia creciente del líder que, de la misma manera que Enver Hoxha en Albania, empezó a oler traición hasta en la sopa, derivando en un ejercicio violento, intrusivo, e injustificado de las fuerzas de “seguridad”.
Aun así, la figura más odiada del gobierno no era Ceaușescu, sino su esposa, a quienes muchos acusaban de hacerle la cabeza al líder y de llevarlo por el “mal camino”. Lo mismo comentan de quienes eran sus asesores: “Mi abuela decía que Ceaușescu estaba pobremente asesorado. Todos le juraban que las cosas funcionaban a la perfección, y que el pueblo lo amaba. Naturalmente, él les creía, puesto que se suponía que su trabajo era buscar lo mejor para el país. Es raro lo que pasó con él. Sin dudas fue un líder malo, al menos para mí, pero la mayor cantidad de la culpa la tuvo su entorno. A mí no me gusta el comunismo, pero sé la mayoría de la gente vivía mejor en aquel entonces”, me dijo una rumana en el micro a Estambul.
Hace unos años se realizó una encuesta entre ciudadanos de Rumania, poniendo como candidatos a funcionarios del gobierno y, además, al difunto Ceaușescu, como para evaluar la opinión pública. Los resultados fueron bastante contundentes: El 66% aseguró que votaría a Ceaușescu.
Para cerrar, cito a un rumano que se fue del país: “Cuando terminó el comunismo, los que tenían altos cargos en el gobierno hicieron negocios vendiendo nuestras empresas a precios muy bajos a los americanos y europeos. Claro, estas personas pudieron seguir su vida como si nada, pero los puestos de trabajo que daban estas industrias nunca se recuperaron, y esto es una de las bases de los problemas actuales que vivimos ahora, en la etapa capitalista. De hecho, en Bulgaria pasó lo mismo. Nos prometieron libertad, pero la libertad nos costó que saquearan nuestra nación, y nos empobrecieran durante décadas”.


Kazakhstán (ex URSS):

La salida del comunismo en Kazakhstán generó, casi automáticamente, peores condiciones laborales para todos los trabajadores, sobre todo en los jóvenes. El presidente es Nursultán Nazarbayev (este artículo fue escrito en 2017, Nazarbayev ya no es el presidente debido a que renunció), que es el mismo sujeto que estaba a cargo de la región cuando ésta era parte de la URSS. Es decir, Nazarbayev está en el poder desde 1984. Según la prensa kazaja, ha llegado a ganar elecciones con el 91% de los votos. Naturalmente, Occidente desconfía.

Complejo deportivo soviético en Almaty, Kazakhstán.


Los soviéticos generaron un desastre étnico en Asia Central, haciendo cosas tales como traer cientos de miles de coreanos a la región. Cualquier kazajo está de acuerdo con que antes las cosas no andaban bien, pero no dejan de reconocer que actualmente “los jóvenes no tienen futuro” en el país, debido a los bajísimos salarios, y las pocas posibilidades profesionales que se ofrecen en la nación, tanto sector público como privado.

Cuadro de Lenin en hostel de Almaty, Kazakhstán.


“Odio Kazakhstán. No por nuestra cultura, sino por cómo es el gobierno. No sé cómo sería el comunismo, mi mamá a veces dice que lo extraña, porque la gente tenía muchos menos problemas en aquel momento, pero después de un rato se le pasa. Dice que fue una época difícil, sobre todo los últimos años de la Unión Soviética, pero la verdad que ahora no estamos mucho mejor”, contaba la kazaja que me alojó una noche en su casa. A este testimonio se le suma el de la chica del hostel en Almaty: “No hay futuro, de verdad no lo hay. Menos yo, siendo mujer. Mi mamá dice que, en la época de la Unión Soviética, había un poco más de igualdad entre géneros, pero que, con el resurgimiento de la religión y las costumbres islámicas, esto se volvió peor. Antes estaba mal visto por el gobierno que fueras religioso, ¿sabías? Yo no quiero ser una kazaja cualquiera, a la que los padres presionan para casarse y tener hijos, quiero estudiar y tener un futuro. Si algún día conozco a alguien a quien ame, genial, pero no quiero que ese sea el objetivo de mi vida. Por eso mismo, me tengo que ir de acá”.

Departamentos soviéticos en Almaty, Kazakhstán.


En el tren a Shymkent, me crucé con un borracho que gritaba “¡Que viva Nursultán Nazarbayev! ¡Salud gratuita! ¡Mirá, mirá la operación que me hicieron, cero tengues! ¡Cero! ¡Como en la Unión Soviética!”. También conocí a otro de mis héroes kazajos, Daniyar, que dice que es una buena época para exportar. “Hay buenos negocios en la parte industrial. Es una buena época para la mano de obra, pero no para estudiar”, decía, a su modo, el Dani de Shymkent.
La salida del comunismo en Kazakhstán, además de provocar desempleo, también hizo aflorar prácticas culturales que, durante la URSS, no tenían lugar o eran mal vistas por el Estado. A su vez, le dio autonomía al país para manejar sus recursos a su antojo, sin depender de la palabra de Moscú.





Uzbekistán (ex URSS):

Acá el tema es muy fácil. El presidente uzbeko Islam Karimov tenía el mismo récord que Nazarbayev, es decir, fue primer ministro de la provincia o República Autónoma de Uzbekistán durante la URSS, y luego continuó como presidente hasta su muerte, hace pocos meses.
Nadie extraña el comunismo allá, porque Karimov se puso como objetivo eliminar todo vestigio soviético en materia de monumentos y doctrina, y de mantener el nivel de empleo lo más estable posible. Esto conlleva que el 60% de los trabajos registrados los provea el Estado, y que haya una altísima tasa de trabajo informal. La economía uzbeka es, en líneas generales, de subsistencia. Funciona, pero a riesgo de resignar tecnología y eficiencia.

Medallas de la Unión Soviética a la venta en Bukhará, Uzbekistán.


No tengo testimonios a favor del comunismo, así que voy con el que más o menos resume todo, de un amigo uzbeko: “Los soviéticos secaron el mar Aral en su ambición de irrigar terrenos para aumentar las plantaciones de algodón, dejándonos sin actividad pesquera; y también se aprovecharon de nuestros recursos naturales, al punto de recibir mucho menos de lo que nosotros le dábamos al gobierno. Karimov, por suerte, nos guió tras la caída del comunismo. Estamos mucho mejor ahora que con la Unión Soviética”.
Lo que sí heredó Uzbekistán de la URSS (de la misma manera que Kazakhstán), es la obsesión por el papelerío y la burocracia, junto con una paranoia total con la inmigración.

El mar Aral, seco, en Moynaq, Uzbekistán






Ucrania (ex URSS), Polonia (ex República Popular de Polonia), y Alemania (República Democrática Alemana):

Los pongo juntos porque es cortito.

En Ucrania no tiene caso preguntar sobre el comunismo. Por lo que había leído, suponía que esto era así, pero me quedó clarísimo preguntándole a la gente: Nadie lo extraña. Quizás escarbando un poco más se puede encontrar ALGO pero, en líneas generales, no.

Cúpula bajo la estatua de la madre patria en Kiev, Ucrania.


En el caso de Polonia, nadie tiene demasiado qué decir. El comunismo llegó después de la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, cuando el país quedó devastado. “Nadie en Polonia te va a decir que extraña el comunismo. No por vergüenza, sino porque es así”, determinó un flaco. Y le creo, casi que ni es válida la pregunta.

Varsovia, Polonia.


De Alemania ni hablemos. No sienten mucho aprecio por la Unión Soviética, y al lado de la Puerta de Brandenburgo tienen la embajada de Estados Unidos. No hay más que agregar.

Estatua de Lenin en museo de Berlín, Alemania.


En fin, esto es lo que yo pude interpretar y aprender. Desde ya que no es la verdad absoluta pero, aun así, espero que les haya interesado.



Escrito por Tomás Bitocchi

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