Conclusiones y aleatorios de Bucarest, Rumania
1. Después
de un mes y pico de viaje, finalmente me sentí como en casa. Al menos para mí,
Bucarest fue una Buenos Aires con cuervos. Incluso, si la gente hubiera estado
en mute durante toda la estadía, quizás me habría costado darme cuenta que no
era Argentina, sumando además que el clima era muy similar al de nuestra
capital.
2. La
comida diez puntos en cada lugar. El café POR FIN volvió a ser delicioso, fui
muy feliz.
3. Patria
hermosa, patria mía, te amo aunque tengas las patas frías.
4. La gente
del hotel era muy… ¿maternal/paternal? Ya había notado algo distinto en este
alojamiento, pero me cayó la ficha cuando el encargado de la mañana me vio
salir temprano con mis cosas por la ciudad. El tipo me vio, me frenó, y me
preguntó: “¿No te quedas a tomar un café? Ya sé que el desayuno no está
incluido en tu reserva, pero al menos déjanos invitarte uno, necesitas un poco
de energía para comenzar el día, muchacho”. Bebitos.
5. El
Palacio del Parlamento, definitivamente los más hermosamente MONSTRUOSO que vi
en mi vida. Cada vereda eran como 3 cuadras, una locura. Por dentro es un
derroche de magnificencia, y está construido enteramente con materiales de
Rumania. Con entrar a ese lugar ya alcanzaría para justificar la estadía en
Bucarest.
6. Si bien
el palacio es el más destacado, en general los edificios públicos rumanos
tienden a ser gigantescos o, al menos, poseen fachadas muy ostentosas. Como si
todo mereciera ser grandioso.
7. Acá el
problema parece ser con los gitanos. En varias ocasiones me hablaron
refiriéndose a ellos como la “escoria” de la sociedad. “Van y ocupan edificios
abandonados, como si fueran de ellos. Después uno quiere caminar por esa zona y
ya no puede, porque los gitanos son ladrones por naturaleza, es la única forma
de vida que conocen. Me da vergüenza que haya países de Europa que nos conozcan
por ellos, que son lo peor de Rumania”, me dijo un tachero. Una chica me habló
de ellos también, pero decidió ser más diplomática: “Y… no quiero decir que son
un problema, porque son gente igual que nosotros, pero realmente no comprendo
por qué no pueden hacer una vida normal, y conseguir un trabajo. Yo entiendo
que nuestra situación en Rumania no es la mejor, pero eso no es razón para
convertirse en criminal”.
8. Los
precios en el centro no difieren mucho de las afueras.
9. Decidí
también trabajar desde Bucarest. Realmente me vuelve el alma al cuerpo cuando
lo hago.
10. Al
final de cada ciudad siempre me queda un dinero que tengo que gastar sí o sí, o
si no debo quedarme con billetes inútiles que no me cambian en otros países.
Esto me enseñó algo: no sé gastar por gastar. He llegado a pasar una hora y
media en un mercado intentando adivinar qué quería comprar. Al principio
arranqué con cosas como desodorantes y artículos de higiene, pero llega un
punto en que no tiene sentido, así que empecé a comprar comida. No entiendo
cómo hay gente que va de Shopping.
11. No vi a
ningún chabón diciéndole cosas a una mujer en la calle. En el único lugar de
los Balcanes que noté algo así fue en Albania, donde los tipos no dicen nada,
pero se les quedan mirando re incómodamente a las mujeres hasta que las pierden
de vista.
12. No fui
a Transilvania simplemente porque no me picó el bicho de la intriga.
13. Creo
que no vi ningún policía en la ciudad, salvo en la zona lindera al palacio.
14.
Boludeando una noche en YouTube me topé con una mini-mini serie llamada
“Famoso”, que tiene un par de años y parece que salía por Isat. Es un pibe que
hace de periodista y entrevista para el orto a distintos personajes. Me
encantó, me vi las dos temporadas en una hora.
15. Hasta
el momento, no hubo ciudad balcánica donde no sonara reggaeton.
16. Ya
escribiendo desde Estambul, Turquía. Luego será Almaty, Kazakhstan.
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