Conclusiones y aleatorios de Uzbekistán
Conclusiones,
situaciones y pensamientos aleatorios durante la estadía en Uzbekistán:
1. De la
misma manera que en Kazakhstan, los homosexuales son considerados “enfermos”,
aunque aquí predomina la tolerancia frente al “hay que matarlos a todos” que
pregonaban varios kazajos.
2. Hasta el
momento, Tashkent es la ciudad donde vi que peor manejan los choferes. En
general, van a mil por hora en cualquier lado. Cuando hice el trayecto
Chernayevka, pensé que el taxi iba a salir volando, o a darse de frente contra
algo.
3. Los
taxis levantan hasta 4 personas distintas, y las van dejando en sus respectivos
destinos. Cuanta más gente haya en el taxi, más barato se vuelve el trayecto.
Hacen viajes de hasta 100
kilómetros y a veces más (aunque es un poco menos habitual).
70 kilómetros
pueden salirte 135 pesos si compartís un taxi con 2 personas, y quizás más
barato con 3 (depende qué tan chanta sea el chofer). Esto aplica mayormente con
los taxistas ilegales, que en Asia Central son muchísimos más que los
autorizados.
4. Una cena
completa (postre incluido) en un lugar muy cheto no te sale más de 120 pesos.
REAL.
5. Al haber
cepo al dólar, se vuelve muy económico para los turistas, puesto que el mercado
negro te compra moneda al doble que el banco. Los únicos que basan los precios
en el dólar blue uzbeko son los alojamientos y los taxistas (cuando ven que sos
turista).
6. Los panes
no tienen mucha variedad. Lo que más se encuentra es pan casero (con diferentes
estilos estéticos y de cocción según la ciudad), y lo suelen vender en puestos
callejeros. No vi muchas panaderías… bah, en realidad vi una sola durante el
mes que estuve acá.
7. Me
compré un gorrito típico que me queda horrible.
8. Las
frutas y verduras son todas de pequeños productores. No existe tal cosa como
los latifundios argentinos. Son las más sabrosas que haya probado en mi vida.
9. Hay un
fuerte control en las fronteras y en los ingresos a trenes y subtes. Desde mi
perspectiva, se siente un poco excesivo, pero parece que es algo habitual en
Uzbekistán. Ellos dicen que es para controlar que no ingrese bajo ningún
concepto el extremismo islámico al país.
Me contaron
que, en una época, se extendió el rumor que habían entrado algunos fanáticos al
país, y que comenzaron a hacer controles policiales las 24 horas del día,
deteniendo gente constantemente. Al final, resultó que el rumor era falso.
La teoría
de ellos es que fue un error de cálculo del gobierno, aunque los argentinos
enseguida creeríamos que fue autoprovocado…
10. El
billete más grande es de 5000 som, que no llega ni a ser un dólar en el mercado
negro. Por esta razón, todos los negocios tienen una máquina para contar
dinero, y la gente anda con enormes fangotes de plata de aquí para allá. Es
como si, en Argentina, el billete más grande fuera el de $10.
11. Samarcanda
es una ciudad maravillosa. Su rol histórico tiene que ver con formar parte de las
rutas comerciales entre Oriente y Occidente, principalmente. Si se fijan en el
mapa, está ubicada prácticamente en el medio de la masa euroasiática.
Fue capital
durante el Imperio Timúrida y, según los museos de esta ciudad, su extensión
alcanzó las puertas de Constantinopla poco antes de su caída, aunque algunos
portales en Internet y el museo de Tamerlán en Tashkent declaman que no llegó a
dominar un territorio tan vasto, y que sus fronteras llegaron a cubrir hasta la
Mesopotamia.
12. De esta
región, según consignan los kazajos y los uzbekos, salieron los antiguos turcos
que terminaron radicándose en Anatolia hasta hoy en día. Los idiomas de
Kazakhstan y Uzbekistán, al oído, tienen ciertas reminiscencias con el turco.
13. El
inglés lo hablan sólo algunos jóvenes y comerciantes. Por más que los amiwis
uzbekos me hayan dicho que es re común encontrar gente que hable inglés, esto
NO ES CIERTO. De cualquier forma, si necesitás algo, eventualmente llegás a
entenderte, porque si algo les sobra es buena predisposición.
14.
Turistas. La mayoría son europeos jubilados, que vienen mediante tours
organizados por agencias de viaje del Viejo Continente. Después tenés unos
pocos (pocos, realmente) que viajan sin agencia, que generalmente son alemanes,
franceses, australianos, y personas de países vecinos.
15. La
comida. El pan existe casi únicamente en su variante de estilo casero,
alcanzando su punto más alto en Samarcanda, y tocando fondo en Khiva, donde el
pan típico es una maldita prepizza. El plato más famoso es el plov, que
consiste en arroz con zanahoria (según la región, se pueden añadir otras
verduras, y a veces garbanzos y pasas de uva) y carne, coronado con aceite
vegetal y una cocción específica. Es un plato rico, efectivo y, en adición, muy
económico. Después tenés más cosas, pero nada que a un argentino lo pueda
volver loco. De verdad les digo, en nuestra patria comemos DE PUTA MADRE, y por
eso me sorprendió que los europeos estuvieran tan fascinados con los platos de
acá.
Las frutas
son otro tema, dado que son extremadamente sabrosas. Por ejemplo, yo antes
diferenciaba a las personas en dos grupos: los idiotas que comían melón, y los
que no. Siempre creí que la gente que comía melón tenía alguna especie de
problema, puesto que cada uno que probaba me sabía a plástico. “Bueno, deben
estar enfermos, Tomás, qué vas a hacer… No se puede salvar a todos”, me decía,
como para encontrar fundamentos a tal desgracia. Naturalmente, esto cambió al
llegar a Uzbekistán, donde probé melones tan pero tan ricos, que no podía dejar
de comerlos. Ahora creo que la gente que come melón no es idiota, aunque
debería volver a probar otro en Buenos Aires, y a partir de eso terminar mi
juicio.
Como último
dato, vale indicar que todos los fiambres tienen sabor a mortadela. No importa
si es jamón, salchichón, o salame, todo sabrá a mortadela. El queso de medio
pelo para abajo.
16. Los
uzbekos son súper curiosos y amables. Siempre te quieren invitar a comer, a sus
casas, y mostrarte a sus familiares y amigos. Básicamente, para ellos un
turista joven es como un Pokemón. Realmente no hay una comunicación efectiva
entre vos y ellos (una cosa es pedir indicaciones, otra tener una conversación,
que es mucho más complicado), pero están ansiosos por enseñarles a todos el
bicho raro que encontraron. En Kazakhstan era parecido, aunque no a este nivel.
Al
principio es hasta halagador, luego te parece tierno, y finalmente te pudrís.
Alguien dirá “Ay, ¿cómo te podés cansar de que te inviten a sus casas a comer y
bla bla k ortiga penCé k eras + kopado pa k kieres saber eso jaja saludos?”,
pero la verdad es que agota.
No me
refiero físicamente, porque la comida y los paseos siempre son bienvenidos,
pero mentalmente llegan a convertirse en un suplicio. No sólo porque es siempre
toparte con gente que no habla NI UNA palabra de inglés (mi ruso sólo sirve
para supervivencia, no para charlar), y fumarte la frustración de no entender
una goma de qué está pasando; sino también porque es algo cíclico: Todo el
tiempo te va a pasar esto en Uzbekistán. Y siempre van a ser las mismas
preguntas, con el mismo límite en cuánto podés intercambiar con el/los otros.
Se vuelve
una rutina ser atrapado por un grupo de uzbekos, al punto en que ya no te
parece interesante. El tema del idioma era más sencillo cuando me arrastraban
mis amiwis uzbekos con sus amigos y familia, ya que me hacían de traductores,
pero sin ellos era distinto.
Además, hay
otro factor bastante importante, y que forma parte de la cultura de país: Los
uzbekos no soportan estar solos. De verdad, siempre necesitan estar hablando
con alguien, aunque no entiendan nada de lo que decís, o vos no caces una de lo
que ellos dicen.
Esto genera
cosas como que nunca jamás te encuentres a alguien leyendo en una plaza o en el
tren, fumando un cigarro mirando al horizonte, y que no tengan noción del
espacio personal. Si ya ficharon que sos turista, y te tiraste a dormir en el
tren, dalo por seguro, te van a despertar. Los lugares donde sos presa fácil
son el tren, los restaurantes poco turísticos, y a veces algún negocio alejado
del centro.
Increíblemente,
para ellos era más novedad que yo estuviera ahí, que para mí haber llegado
hasta su país.
14. Los
rusos (en realidad, el gobierno de Moscú) no son muy queridos en Uzbekistán. Si
bien conviven los idiomas uzbeko y ruso en el país, parece que existe cierto
resentimiento hacia la administración moscovita (recuerden, UZ es una ex URSS).
La perspectiva de acá los tiene como colonizadores que, durante la Unión
Soviética, se aprovecharon de todos los recursos naturales del país, y dejaron
a toda la región mal dividida y con un riesgo ostensible de conflictos
fronterizos. Además, algunos comentan que, cuando gente de estos lugares va
para Moscú, los tratan como si fueran “inferiores”, aunque otras personas me
dijeron que en general los moscovitas tratan así a todos.
Luego de
conquistar Asia Central, dicen que los rusos hicieron un enchastre demográfico
y social.
15. Después
de unos 25 años con Islam Karimov como presidente (fallecido recientemente),
los ciudadanos uzbekos tendrán que elegir a un nuevo mandatario en diciembre. Ojo,
siempre tuvieron elecciones cada 4 años (con reelección ilimitada), pero ganaba
siempre este señor.
16. Según
los europeos que visitan Uzbekistán, el país vive sumido en un totalitarismo
personalista dirigido por el recién mencionado Karimov. Para enfatizar sobre
esta denominación, una francesa explicó: “Karimov ha escrito libros que se leen
en las escuelas y algunos hasta en universidades. No hay razón para que un
presidente haga eso, puesto que hay personas especializadas que deben dedicarse
a estas tareas. Es un lavado de cerebro a los ciudadanos de Uzbekistán. Además,
estuvo acusado por violar los Derechos Humanos por la masacre de Andiján. Que
yo sepa, eso no es democracia”.
En
contraposición, los uzbekos ven a Karimov como el padre de la nación. Un
muchacho de Tashkent me dijo: “Para nosotros siempre fue sencillo, si había
elecciones, votábamos por Karimov. Él mejor que nadie conocía a Uzbekistán, y
quería lo mejor para nosotros. Ahora que ya no está, temo por nuestro futuro”. Leyendo
algunas de sus frases y pequeñas partes de discursos, puede decirse que el
difunto presidente tenía buena oratoria.
Honestamente,
me fue imposible encontrar una crítica hacia el “padre” de Uzbekistán, lo más
cercano fue un “tuvimos momentos buenos y malos, pero a lo largo de los años
fuimos mejorando con él en el poder”. Hoy Karimov está enterrado en Samarcanda,
donde todos los días los ciudadanos hacen fila para dejarles flores.
Como para
tener una referencia, en la región es habitual que los presidentes duren tanto
tiempo, con democracia mediante.
17. Es muy
difícil hablar con una mujer joven. En pocas ocasiones logré hacerlo, dado que
en la mayoría siempre terminaba apareciendo alguien que le clavaba una mirada
fea a la chica, o ella simplemente cortaba de golpe la conversación. Es muy
común verlas caminando de la mano con sus madres, y bastante extraño encontrarse
grupos mixtos de amigos. La única excepción es, quizás, Tashkent.
18. Hay
unos cuantos sitios prohibidos en Uzbekistán. En primer lugar, la pornografía,
a la que le siguen páginas donde critican al gobierno, y algunas webs de
Derechos Humanos.
19. La salud
y la educación son gratuitas, aunque sólo para los residentes. La universidad
es paga, pero si tenés buenas notas te becan.
20. El tren
es una joyita. Todavía siguen mejorando la conectividad, pero funcionan 10
puntos. Eso sí, son de la época soviética, salvo unas pocas excepciones.
21.
Definitivamente voy a volver algún día.
22. La
inseguridad no es un problema acá. Les pregunté a unos uzbekos cuál era la
clave para acabar con la delincuencia, y me contestaron que había que poner
“penas muy altas” a los criminales. “De esta forma, los tenés un buen rato
presos, y no van a querer volver a delinquir”, juró uno.
23. Está mal
visto que las mujeres tomen y fumen. También es casi pecado mortal que tengan
sexo antes del matrimonio. “Ser mujer acá es un garrón”, me dijo un argentino
que me crucé en Khiva (más detalles siguiendo la lista).
24. El
sueldo mensual promedio (tasado al dólar blue) está por debajo de los 100
dólares, y casi 200 al oficial.
25. Las
diferencias de precios entre los supermercados y los bazares son, cuanto menos,
abismales.
26. No vi
prácticamente influencia de música occidental en el país. Quizás en Tashkent
podés ver a algunos rusos (de nacionalidad uzbeka) con remeras de bandas
extranjeras, pero en general predomina lo autóctono, a lo sumo con influencias
de países limítrofes. Los uzbekos no son reticentes a conocer o intentar
comprender la cultura ajena pero, usualmente, terminan quedándose con lo suyo.
Las melodías más modernas se parecen mucho al pop de la
India, que mezcla sonidos regionales con punchi punchi.
27. Me
dijeron que casi no hay pobreza en este país. Intenté comprobar lo contrario,
pero no lo logré, puesto que es difícil entender qué es pobreza acá. Imagino
que una cosa es ser pobre en Uzbekistán, y otra muy distinta serlo a nivel
global.
28. En
Khiva
es bastante común ver niños trabajando. Algunos lo hacen en el campo, otros
atendiendo comercios, y unos cuantos en alojamientos familiares. En general,
tienen alrededor de 13 años, aunque en el campo se ven chicos más pequeños
también.
29. La religión predominante es el Islam, pero la verdad es
que son musulmanes de una manera muy light.
30. El café es de buen nivel. La marca que se usa casi en un
90% es Nescafé. El té es rico, casi al nivel del de Estambul.
31. Uzbekistán, según las perspectivas occidentales, es un
país “cerrado al mundo”. En líneas generales, las importaciones están
prácticamente prohibidas, dado que se apunta a la producción nacional, dejando
entrar mayormente cosas que en el país no se puedan fabricar.
La economía, a priori, parece funcionar, ya que el nivel de
empleo es suficiente como para no dejar a demasiada gente en la calle, aunque el
mercado para los profesionales es casi nulo y usualmente los pocos puestos
disponibles los ofrece el Gobierno, que concentra aproximadamente el 60% del
empleo total del país. Los trabajos de policía, taxista y agro-ganadero son los
más ocupados en el país, y esto se puede comprobar fácilmente recorriendo sus
ciudades.
A partir de esto (y esto es la conclusión luego de
recolectar opiniones), parece justo decir que Uzbekistán sostiene el
funcionamiento de su economía con un parche un poco endeble: Retrasar la
llegada de ciertas tecnologías (o encarecerlas al punto de volverlas
inaccesibles), y un absoluto control del Estado, cuya mano se puede ver hasta
en el último rincón del país, tanto por acción como por omisión.
En cuanto al empleo joven, influye el hecho que acá no exista
tal cosa como “independizarse” de los padres como nosotros lo conocemos. La
idea de abandonar el hogar no tiene ningún sentido para ellos, a menos que sea
porque te casaste. Eso sí, si decidiste no estudiar, te van a mandar a trabajar,
por un salario inicial menor al promedio (recuerden, 100 dólares). Dato
anecdótico: No terminar el secundario no es una opción.
A su vez, las empresas son casi siempre familiares (ya sea
un hostel o un campito), lo que genera que los jóvenes siempre tengan la posibilidad
de trabajar. Quizás en la capital y en Samarcanda haya algunas compañías un
poco más grandes que excedan el lazo sanguíneo, pero son un porcentaje
infinitamente menor.
Hablando con otras personas, me comentaban que sí, que es
verdad que no se ven problemas de pobreza o desempleo, y una me dijo: “Yo
entiendo que lo estén manejando bien en cuanto a las estadísticas pero, ¿y si
un día reemplazaran a muchos policías por cámaras, y a los taxistas por micros
de larga distancia entre ciudades o mejor transporte público para las urbes?”.
Bueno, amigo, si eso pasara… la estabilidad se caería a pedazos.
Efectivamente, no incorporar cosas como esas hacen que todo
fluya, aunque sea con infinidad de torpezas. Además, añadiría el hecho que la
industria agrícola-ganadera casi que no está tecnificada (la razón, como
mencioné, puede ser el alto precio de las maquinarias). También es de tener en
cuenta que los latifundios son prácticamente inexistentes, dejando así la
generación de alimentos a los pequeños productores. El único cultivo que goza
de largas hectáreas es el algodón, que la gente recoge por kilo y el Gobierno
se lo compra.
32. Culturalmente, también es un país “cerrado”. La única
excepción es la capital, Tashkent, donde la asimilación de mundos ajenos parece
ser más veloz. Ojo, no se confundan: Los uzbekos son súper curiosos de la
cultura externa, pero siempre la miran desde lejos.
Por ejemplo, la familia es totalmente sagrada. Si le dijeras
a un uzbeko que es un “nene/a de mamá/papá”, te sonreiría y te agradecería.
Todo lo que enlace con lo familiar es positivo. Sin ir más lejos, el principal
objetivo de vida (instaurado por la cultura uzbeka, y tantas otras) es crear tu
propio hogar, con tu esposa/o e hijos.
Como ya les conté en el punto anterior, los hijos no se van
de la casa de los padres si no es porque se casaron. Asimismo, existe otra
tradición, que obliga a los hijos menores a vivir por siempre
(indefectiblemente) con sus viejos. En caso que contrajera matrimonio, la
esposa o esposo debe aceptar irse a vivir con sus suegros.
La idea de no casarse ni tener hijos acá no se comprende,
puesto que para ellos eso es la máxima realización de sus vidas. “¿Por qué
alguien no querría formar su propia familia?”, me preguntó un chabón, súper
azorado por mis historias sobre muchos jóvenes de Argentina.
Las tradiciones culturales son abiertamente promovidas por
el Estado, y se inculcan tempranamente desde el jardín. Estas tradiciones son
las razones que tienen los uzbekos para vivir.
33. En Khiva me crucé a una pareja de argentinos, que me
volví a encontrar en Tashkent. No sólo tomamos mate, sino que también comimos
dulce de leche. Fue maravilloso sentirse un poco más cerca de casa.
Yo les comenté a ellos que, según mi perspectiva, ser mujer
en Uzbekistán era un problema. “No, boludo, no es un problema, ES UN GARRÓN”,
me replicó el flaco. Y… juzguen ustedes. Let’s go.
Ante todo (como ya les comenté), está pésimamente visto que
una mujer tome o fume (lo mismo en Kazakhstan), o que tenga sexo antes del
matrimonio (a las chicas que hacen eso las llaman, lisa y llanamente, “putas”).
Por otra parte, está planteado que sus labores para su vida
adulta tienen más que ver con el cuidado del hogar y de los hijos, que por otro
tipo de metas. La mujer profesional existe pero, eventualmente, cederá a la
presión social de casarse y tener hijos, porque acá ESO es ser una mujer
completa. Si una chica no se quiere casar, es básicamente una vergüenza para la
familia, que intentará de todo para “conseguirle” un marido.
No me parece una locura porque, hace no tantos años, en
Argentina escuchar esto era nada más ni nada menos que parte de la vida
cotidiana, e imagino que en algunos rincones de nuestra patria esta cabeza debe
seguir vigente.
Se ven mujeres trabajando, no es que están recluidas pero,
al fin y al cabo, la meta final que ¿se les impone? es esa. Muchas de las que
trabajan tienen a sus hijos siendo cuidados por sus abuelos.
Además, hay algunas prohibiciones para ellas. Por ejemplo,
si una chica quiere salir a otro país, necesita autorización de su padre o su
marido. Hubo gente que me dijo que esto no es así, pero fueron muchos más los
que juraron que sí, incluida una chica uzbeka. En líneas generales, parece que
las tradiciones se endurecen a medida que te alejás de los centros urbanos.
34. El
Registán (Samarcanda), junto con Hagia Sofía (Estambul) y el Palacio del Pueblo
(Bucarest), son las tres locaciones históricas más impresionantes que tuve
enfrente a lo largo del viaje.
35. Estar
en el desierto del mar Aral en Moynaq (años antes, lleno de agua y peces), fue
una experiencia conmovedora. Todavía se siente el viento con olor a sal en lo
que era la orilla, aunque hoy ya no queda una gota en esa parte.
36. Quizás
vaya agregando más puntos. Ya en Almaty, Kazakhstan, luego Kiev, Ucrania.
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