Reporte en Khiva
No hay nada
realmente nuevo en Khiva (Jiva), en relación a lo visto a esta altura en
Uzbekistán. Es un pueblo de alma rural, que en el centro tiene una fortaleza
que oficia de “ciudad antigua”. Es muy bonita, aunque violentamente restaurada,
y con más de 30 de museos para entrar. Se puede comprar el pase para ingresar a
todos (dura dos días), pero la motivación por conocerlos es tan escasa que
todavía no lo pedí.
En esta
parte de Uzbekistán estoy sufriendo bastante más el problema del transporte o,
por lo menos, el cómo obtener la posibilidad de realizar ciertos trayectos.
Recordarán
que, para llegar hasta acá, tuve que tomar un taxi durante 7 horas. El chofer,
como casi todos en UZ, me dijo que, si le daba 10 dólares más, me llevaba a mí
solo todo el trayecto, sin levantar a nadie más. Le contesté que me daba igual
si había más gente (total, yo iba sentado adelante), y me respondió que si
subían más pasajeros teníamos que esperar como 2 horas a que fuera el horario
del check-out en los hoteles de Bukhara. Insistió con esto durante 10 minutos.
Ya recontra
podrido de estos personajes berretas, le conté con lujo de detalles falsas
historias sobre cómo en Latinoamérica a los taxistas chantas los liquidamos.
“Quedate tranquilo, a vos no te voy a matar”, esbocé (mientras le apretaba
fuerte el hombro), y largué una carcajada. El chofer garca se calmó de
inmediato, y salimos para Khiva apenas 10 minutos más tarde, sin más pasajeros
ni cargo extra. Se quieren pasar de vivos, pero no dejan de ser víctimas de dos
factores típicos de países cerrados al mundo: Ingenuidad e ignorancia.
Lamentablemente,
el tipo puso reggaeton durante las 7 horas que anduvimos por la ruta,
alternando con algunas melodías bailables uzbekas. A pesar de viajar cómodo,
este detalle convirtió a éste en uno de los peores viajes que tuve. Fue casi
surrealista, viajando con un adicto a la música de baile en medio del desierto,
donde apenas nos cruzamos con 15 autos durante los 300 kilómetros del
tramo principal (los otros 150 pasan por ciudades o áreas metropolitanas). Se
ve que entre dos de las tres ciudades más turísticas del país no tienen mucho
tránsito.
Ahora en
Khiva necesito conseguir un ticket de tren para volver a Tashkent, y también un
taxi que me lleve en una escapada de un día hasta el cementerio de barcos, que
está unos cuantos kilómetros hacia el norte. Es difícil hacer estas cosas
porque el tren tiene su estación en Urgench, a unos 30 kilómetros de
Khiva, y nadie sabe dónde están los puntos de venta acá, así que debería irme
hasta la otra ciudad (lo que implica pasar unos 4 o 5 controles policiales, que
demoran mucho el trayecto).
En cuanto
al cementerio de barcos, es una lotería cuánto te cobran y hasta dónde te
llevan. Aunque es un lugar muy requerido por turistas, no hay información clara
sobre cómo ir.
Pero ojo,
para resolver estos dos problemas existe la alternativa de ir al centro de
turistas de Khiva, donde el boleto de tren te lo cobran el doble, el de avión
un 60% más, y el viaje al cementerio de barcos CIEN DÓLARES, y sólo incluye un
taxista que no habla inglés y lo único que hace es trasladarte.
Le pregunté
a la flaca del centro de turistas por qué todo estaba tan caro ahí, siendo que
no ofrecían ningún servicio aparte más que la gestión. Es decir, si querés
pagar todo más barato, para el tren basta con sacar el ticket en Urgench, para
el avión tenés venta de pasajes a unas cuadras de la ciudad histórica, y para
el cementerio de barcos (de alguna manera) te las arreglás para llegar.
“Los
turistas pueden pagarlo”, respondió.
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